DIARIO DE UNA PERSONA CUALQUIERA

DIARIO DE UNA PERSONA CUALQUIERA

viernes, 14 de marzo de 2008

El valor de querer hacer algo

Quería expresar mi opinión de la importancia de la fortaleza mental a la hora de afrontar cualquier situación en nuestra vida cotidiana. En todos los ámbitos de nuestra vida siempre se nos presentan ocasiones en las que es necesario afrontar las dificultades con un alto nivel de riesgo y de incertidumbre sobre lo que nos puede pasar. En estas ocasiones, todo el mundo experimenta temor a lo que pueda ocurrir, sin embargo, unas personas afrontan estas situaciones de una manera y otras personas la afrontan de otra.

Unas personas no pueden superar los miedos y la gran incertidumbre que supone el afrontar la nueva situación. Estas personas suelen ser poco propensas a afrontar situaciones novedosas en las que no están seguro que ocurrirá. Tienen miedo a hacerlo mal y piensan constantemente en lo que hacen para tenerlo todo meticulosamente previsto. En general, ésto provoca un alto grado de estrés que inhibe todavía más las capacidades de dichas personas y los hace meterse en un círculo en el que difícilmente pueden salir.

Otras personas, aunque tienen ese temor a lo que podrá pasar, tienen el espíritu aventurero necesario como para seguir adelante y afrontar las situaciones cualesquiera que sean. Si va bien pues tendrán su adecuada recompensa. Si va mal pues sacarán las conclusiones oportunas y lo tendrán en cuenta para la próxima ocasión intentando mejorar en los aspectos que hicieron que el resultado no fuera el esperado.
En general, tener este espíritu lleva a las personas a ser más felices y a lograr los objetivos que se tienen marcado de manera más temprana.

Quería mostrar esta situación aplicada al deporte pues en esta tesitura me encontré hace unos años cuando decidí comenzar a correr seriamente para prepararme en un principio un medio maratón.
Antes de empezar a correr, el único deporte que practicaba asiduamente era natación más que nada de mantenimiento. Dado mi trabajo en oficina fijo sentado me venía muy bien tener el cuerpo tonificado. Hoy en día lo sigo haciendo y lo aconsejo a todo el mundo pues es un deporte muy completo y muy adecuado para los trabajos de oficina de hoy en día.
Pues bien, como hacía natación tres días a la semana y algún día el fin de semana de vez en cuando decidí buscar otro deporte para los martes y jueves y así liberar el estrés de esos días. En esa época trabajaba de 9 de la mañana a 7 de la tarde y apenas me levantaba del asiento en todo el día. Así que me quería hacer deporte cada día.
Decidí ir a la playa a correr. Pues era lo más fácil, lo más barato y lo podía planificar sin ningún tipo de problemas. Ni que decir que fue muy difícil el comienzo. El primer día, los 10 primeros minutos de carrera fueron eternos. Lo pulmones se me empezaron a colapsar y corría muy asfixiado como cuando uno esta enfermo y tiene los bronquios obstruidos. Las agujetas en los días sucesivos fueron horribles sobre todo en cuadriceps y gemelos. Sin embargo, decidí aguantar y poco a poco fui obteniendo algún resultado. Al cabo de un mes, ya era capaz de correr de una punta de la playa a la otra a ritmo de trote (alrededor de cinco minutos el kilómetro) Allí paraba descansaba y volvía al punto de inicio también al trote y a veces caminando. Así estuve unos meses en las que no avancé nada. Estaba bien así no me había marcado objetivos y siempre buscaba escusas para no avanzar (que si el corazón no me iba, que si me asfixiaba ....)

Quiero remarcar que en este deporte superar este punto al comenzar es el más difícil. Pues la mente dice una cosa cuando realmente el cuerpo aguanta más. Al principio cualquier síntoma de cansancio te parece insuperable e inmediatamente dejas la actividad o descansas. Sin embargo, el secreto es saber escuchar el propio cuerpo y conocer cuando el cuerpo realmente no puede más o cuando simplemente tiene falta de entrenamiento y se necesita una inyección de fuerza mental para seguir adelante. Este es el punto más difícil y es donde la mayoría de los que empiezan se estancan y no siguen adelante.

Yo estaba en el punto anterior donde parecía que no iba a salir cuando sucedió algo que me produjo un plus de motivación necesario para seguir adelante y afrontar retos mayores. Un amigo me retó a participar en una medio maratón (21 kilómetros y pico corriendo) que se celebraba en tres meses en la ciudad. Por supuesto mis primeras respuestas fueron las de tratarle de loco diciéndole que si no estaba preparado, que era imposible prepararme en tres meses, que yo era imposible que yo hiciera esa distancia tan larga cuando estaba estancado en 7, 8 kilómetros. En fin no terminaba por decidirme y estaba totalmente estancado.
Sin embargo mi amigo insistió e insistió llegándome incluso a picarme muchas veces. Al final poco a poco casi sin darme cuenta empecé, día a día, a picarme conmigo mismo. Lo que hice inicialmente es aminorar el ritmo al que iba y en vez de parar al final de la playa antes de regresar, daba la vuelta directamente y no paraba. Para mi sorpresa lo pude hacer sin grandes dificultades. En total podía hacer unos 35 minutos a un ritmo de 5 kilómetros la hora.
Fue tal el subidón de haber conseguido este éxito, que sin lugar a dudas empecé a prepararme la media maratón. Todo por mi cuenta y más o menos guiándome de por mi instinto y las sensaciones que mi cuerpo me daba pues en aquella época no conocía a nadie que me pudiera guiar de manera profesional hacia mi objetivo.
En las siguientes semanas empecé a correr martes, jueves, sábado y domingo. Los días de natación eran mi descanso pues esta actividad me relajaba los músculos. Curiosamente empecé a bajar el nivel de rendimiento en natación pues los músculos los tenía muy sobrecargados y cualquier sobreesfuerzo al nadar me producía tirones y calambres.
Al cabo de un mes y medio ya conseguía correr 12 kilómetros seguidos y a los dos meses cuando faltaba un mes para la carrera empecé a entrenar 14 kilómetros cada día. Todo un logro que no hacía más que darme más y más confianza. El resto del mes me dediqué a afianzar esa distancia de 14 kilómetros y a intentar hacerla a cinco minutos el kilómetro. Fueron semanas muy duras pues a parte de mi trabajo me hacía dedicar muchas horas (acababa de trabajar a las 19 horas empezaba a correr a las 20 horas y entre la hora y cuarto que dedicaba a correr aproximadamente y los estiramientos así como la vuelta a casa practicamente no tenía tiempo d nada) empezaba a tener un gran cansancio físico debido a la falta de experiencia en seguir una dieta para este deporte. En esos meses adelgacé muchísimo, unos 8 kilos y me costaba mantenerme así que empecé a investigar dietas interesantes para este tipo de deporte.

Al final llegó el día de la carrera. Ni que decir que estaba super nervioso. La carrera empezaba a las diez de la mañana un Domingo. Me levanté a las 7 de la mañana y me zanpé u plato de macarrones que me había hecho la noche anterior. Con los nervios que tenía no me sentaron muy bien pero hacía las 8:45 cuando llegué al lugar de inicio de la carrera ya no los notaba en mi estómago. El estar bastante antes no hizo sino aumentarme los nervios y se me pasaron mil cosas por la cabeza, en esos minutos. Después de tres meses duros de mucho esfuerzo quería que me saliera bien y que todo no hubiera sido en balde.
La carrera comenzó y al medio kilómetro se me fueron todos los nervios. Había aprendido a centrarme en las sensaciones de mi cuerpo mientras corría y eso lo conseguí sin problemas. Además veía muchas ventajas en la carrera pues podía ponerme detras de otras personas y seguir su ritmo, además tenían avituallamiento y cada 5 kilómetros me hidrataba bien y luego el ánimo que daba el, desgraciadamente, poco público. Sin embargo los que animaban sabían de su importancia y la verdad es que cada vez que pasaba por una zona en la que me animaban me insuflaban una buena cantidad de energía durante unos metros.
Los 14 primeros kilómetros que me había preparado fueron estupendamente. Los tres siguientes también. Pero a partir del 17 ya las energías me empezaban a flaquear, mis piernas no me respondían, respiraba bastante mal y encima dos uñas del pie me producían mucho dolor. Lo primero que hice fue bajar un poco el ritmo. Aguanté más o menos bien hasta el kilómetro 19. Los dos últimos kilómetros debí parecer más un zombi que una persona pues casí iba sin sentido. Había perdido la capacidad de pensar. Sin embargo fueron los dos kilómetros más largos de mi vida. Mi fuerza física estaba totalmente agotada y apenas daba la zancada.
Sin embargo en estos momentos me vino un hilo de recuerdo de todo lo que había luchado para prepararme estos tres meses, casi sin tiempo libre, sacrificando muchas cosas. Me dio como un subidón de adrenalina tremendo que me ayudó a mantener el ritmo al que iba e incluso a aumentarlo un poco a pesar del dolo que sentía en los cuadriceps e isquiotibiales. Al final llegué y la alegría que tenía era inmensa. Físicamente estaba hecho un asco y sabía que me iba a pasar factura las siguientes semanas pero a mí me parecía que había realizado el mayor logro de mi vida. A final había tardado 1 hora y 46 minutos en hacer el recorrido. Prácticamente clavé los 5 minutos el kilómetro que me había marcado.

Ni que decir que esta hazaña hizo que definitivamente me aficionara al mundo del running y que me plantease otros objetivos para los siguientes eventos. Además en cierta forma me ayudó en afrontar otro tipo de situaciones pues ya me daba menos miedo afrontar cosas novedosas para mí. Las afrotaba con ilusión y de manera positiva. Cuando salía mal no me venía abajo y trataba de aprender de los errores pues no quedaba otra.

Como resumen quería terminar diciendo que en la vida como en el deporte hay éxitos y fracasos. Los éxitos nos hacen felices pues nos han salido bien las cosas. Pero los fracasos no tienen porqué amargarnos y frustrarnos. Debemos entenderlos como sucesos sobre los que tenemos muchas cosas que aprender y superar para que en la siguiente ocasión se convierta en un éxito. Este es un objetivo importante a cumplir para evitar que el estilo de vida actual nos consuma.

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